De vasta cultura y gran lector de clásicos españoles del Siglo de Oro, llegó a apropiarse del lenguaje de esa época y a elaborar un complejo pastiche que publicó como obra de Miguel de Cervantes: El buscapié (1844). La superchería tuvo tal éxito que la obra fue traducida a varias lenguas y fue reimpresa varias veces, con el apoyo de cervantistas de relieve, como Juan Eugenio Hartzenbusch. Cuando Bartolomé José Gallardo hizo ver el engaño al revelar que se trataba de erudito centón de obras literarias áureas ya conocidas, él se defendió con la sátira Aventuras literarias del iracundo extremeño Bartolomé Gallardete (1851). Después de fallecer su viuda confirmó su autoría del Buscapié, que Castró nunca admitía. Fue alcalde de Cádiz y gobernador de Cádiz y Huelva, Secretario del Gobierno en Sevilla, académico de la de Buenas Letras de Sevilla y de la de Bellas Artes de Cádiz y correspondiente de las Reales Academias de la Lengua, de la Historia y de Ciencias Morales y Políticas. Escribió erudición y creación literaria, principalmente obras de teatro refundidas o propias.
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